Ayer hablaba con un alumno sobre lo pesado que resulta tener en tu Twitter a alguien que no hace más que hacer spam de su marca, producto o servicio. Este es uno de los primeros errores que se cometen al aterrizar en redes sociales, pensar que la gente está ahí deseando escuchar las bondades de tu marca, que les haces un favor al hablarles de ti, y que eres muy amable en permitirles comprar lo que vendes. Error.
La gente está harta de publicidad, física, virtual, telefónica o en redes sociales. Sólo te va a permitir “un poco” de ella, si a cambio les ofreces algún tipo de contenido interesante. Algo parecido a la televisión; si estoy viendo una película que me gusta, puedo tolerar algunas dosis de anuncios de vez en cuando. Si las pausas publicitarias son demasiado frecuentes, o demasiado largas, o la película no es interesante, es bastante probable que deje de ver ese canal, o incluso que lo desintonice de mi TDT.
En redes sociales pasa lo mismo, si alguien satura mi timeline de Twitter con un montón de enlaces a sus webs (sobre todo si esos enlaces son comerciales) me está molestando, porque el ruido que genera me impide ver lo que hacen el resto de mis contactos, y porque me siento tratado como un consumidor numerario. Si en Facebook no haces más que etiquetarme en fotos que son pasquines propagandísticos de tu tienda, o me invitas a hacer me gusta en tus cosas continuamente, o no haces más que hablar de “tu-te-ti-contigo”, me estás molestando. Sigue leyendo